5/8/25

Mis pasiones - Una mirada desde el bancal

Esta mañana, mientras me dirigía a trabajar al bancal, tuve un encuentro inesperado. De esos que no se buscan, pero que llegan como regalos silenciosos. Una presencia pequeña, pero poderosa. Me crucé con una araña Argiope lobata, y algo dentro de mí se detuvo.


Su belleza me dejó sin aliento. Con ese cuerpo tan particular, lobulado, cubierto de tonos plateados y formas casi geométricas, parecía sacada de un universo paralelo. No era la típica araña que uno ve de paso. Había algo en ella que imponía respeto y, al mismo tiempo, despertaba una profunda admiración.



Confieso que me asusté. Me dio un miedo casi infantil, exagerado… como si pudiera saltar sobre mí y morderme. Pero, siendo honesta, seguramente yo la perturbé más con el ruido de las ramas que iba cortando, los movimientos del trabajo, el ritmo de la actividad humana que interrumpe el equilibrio silencioso del campo.


Ella simplemente estaba allí, en su lugar, cumpliendo su propósito. Tejiendo su red, esperando, observando. Como si no necesitara más que el viento y el tiempo para ser. Me conmovió profundamente.


Este tipo de momentos son los que alimentan mis pasiones. Me fascina observar lo natural, detenerme en los detalles, encontrar belleza donde aparentemente no hay nada extraordinario. Pero todo lo es. Cada hoja que cae, cada insecto que se cruza, cada telaraña al sol… Todo forma parte de un sistema más grande, más sabio, más paciente.


Mi pasión por la vida —por la vida real, salvaje, imperfecta— se manifiesta en situaciones como esta. No necesito grandes escenarios para emocionarme. Me basta con un rincón de tierra, un árbol, una criatura que no pide permiso para ser. Cada encuentro así se convierte para mí en un autoregalo, un recordatorio de que lo más bello suele pasar desapercibido si no estamos atentas.


Grabar este vídeo me ayudó a quedarme con ese instante. A fijarlo en mi memoria. A volver a mirarlo desde otro ángulo. Y al verlo una y otra vez, vuelvo a sentir lo mismo: una mezcla de admiración, humildad, respeto y ternura. Porque en el fondo, lo que me apasiona es eso… poder vivir con los ojos bien abiertos. Saberme parte de esta red invisible que conecta todo. Comprender que no necesito entenderlo todo para sentirlo.


La vida tiene su propia música, su propio ritmo. Y cuando lo escucho, incluso entre ramas caídas y silencios rotos, sé que estoy en casa.


Gracias, araña.

Gracias, naturaleza.

Gracias, vida.


Con amor,

Agnès Ortega

Actriz, directora de cine, escritora, terapeuta integrativa y naturópata.

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